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El acueducto de Segovia

  • JM Liceaga
  • 8 abr 2018
  • 4 Min. de lectura

Es uno de los monumentos más importantes de España. Fue construido en el siglo II d.C., en épocas de los emperadores Trajano y Adriano. Parte del acueducto, fue destruido por los musulmanes en el año 1072 y reconstruido en el siglo XV.

Su parte más famosa y fotografiada es la que vemos haibutalmente en la plaza del Azoguejo.

Sin duda de finales del siglo I, alguna polémica ha habido para atribuirlo bien a Nerva (96-98), bien a Trajano o algún otro de los emperadores del momento. Son en todo caso los años de la gran edilicia romana en sus provincias, y también en Hispania. Los árabes lo destrozaron en 1072 y su estructura actual se la debemos a los Reyes Católicos, que lo reconstruyeron por completo.

Aunque recientes estudios arqueológicos sitúan la fecha de su construcción en el siglo II, a partir de los años 112 y 116. El área de Turismo del Ayuntamiento de Segovia ya ha encargado una nueva tirada de folletos turísticos con la nueva fecha.

Como casi todo en España todo tiene su leyenda y el acueducto no se queda a la zaga.

LA LEYENDA DEL ACUEDUCTO DE SEGOVIA

Tal y como prometimos en nuestro post de corte artístico sobre el Gran Acueducto Romano de Segovia, hoy os traemos la misteriosa y terrible leyenda, acerca del mismo, que cuenta todo el entramado de sucesos que llevaron al Diablo a construir tan titánico monumento. ¿Ficción? Pasen y vean.

Todo transcurría con normalidad aquella tarde de verano en la que un pequeña niña volvía de la sierra con un par de cubos de agua. Era la rutina diaria de, no solo esta joven, si no de un importante número de ciudadanos que, ante la escasez de agua y la lejanía de la sierra, debían aportar un gran esfuerzo físico para poder abastecer la ciudad con tan preciadísimo bien.

Sin embargo nuestra pequeña llegaba más exhausta que de costumbre y, fatigada a la entrada de la ciudad, exclamó en alto: “¡Daría lo que fuera por que el agua llegase sola a la ciudad!”.

Esta frase, llena de atosigamiento y desesperación, tuvo una inesperada respuesta inmediatamente después cuando una voz asustó a nuestra protagonista. “¿En serio harías cualquier cosa a cambio de no tener que volver a hacer este camino?”. La joven, que no había visto a nadie en el camino, asomó su mirada hacia todos los flancos con el fin de identificar a tan misterioso locutor. Así, justo en frente de ella se alzaba un extraño señor de finas vestiduras. Traje negro carbón, reluciente, que no disimulaba una larga perilla y un bigote tan curvado como cuidado. Una vez recuperada del susto, la niña reafirmó su deseo de no tener que volver a por agua de la lejana Sierra pero que, lamentablemente, era pobre y no podría pagar a nadie por hacer tal trabajo, a lo que el oscuro caballero replicó: “No te preocupes. Aunque seas pobre tienes algo de gran valor. Tu alma”.

La joven, ni creyente ni supersticiosa, aceptó el trato con mucha seguridad en lo que hacía al tiempo que el de enfrente mostraba una pícara sonrisa en su rostro, algo que no pasó inadvertido a los ojos de nuestra protagonista y ante lo que apuntó una condición personal: “¡El agua deberá llegar a la puerta de mi casa antes de que el gallo cante mañana al alba! Solo así te quedarás con mi alma.”

El misterioso caballero estrechó la mano de la joven en señal de conformidad y desapareció, mientras que la joven reactivó su camino de vuelta a casa basando todo lo sucedido en una simple anécdota y deseando contárselo a sus amigas, pero sin la menor esperanza de ver el trato cumplido.

De madrugada, mientras los habitantes de Segovia dormían, un fuerte estruendo despertó a la chica de su sueño. Miró confundida por la ventana y no dio crédito de lo que estaba viendo. Una bola de fuego del tamaño de una persona no paraba de trazar volando largos recorridos como si transportara algo consigo. Sin embargo nadie parecía atender semejante espectáculo, pues era como si todos permanecieran aletargado en un profundo sueño que nada despertaría. Fue entonces cuando la niña comprendió lo que sucedía. Sabía que el trato iba a cumplirse y que aquel misterioso caballero era el diablo en persona dispuesto a quedarse con su alma. Igualmente increíble era ver como poco a poco se formaban gigantescas columnas de piedra a lo largo de la ciudad ante los ojos atónitos de la pequeña, y nadie más.

Existen 3 desenlaces para poner punto y final a esta leyenda. El primero de todos, y que podría catalogarse como el “final malo”, no es si no la consecución del trato acordado habiendo logrado el diablo construir un gigantesco acueducto que trazaría toda la ciudad de Segovia, que este pasaría junto a la casa de la joven protagonista, y que esta entonces perdiera su propia alma como precio por la consecución del Gran Acueducto antes del alba. En cuanto a los 2 finales restantes, cada uno volcará la temática completa de la historia hacia un lado religioso u aventurero, pero ninguno será un “final malo”.

Final Religioso: La joven arrepentida reza a Dios todopoderoso que se apiade de ella y le permita enmendar su error, tras lo cual un enorme rayo de luz se hace hueco entre las nubes y aumenta en intensidad hasta que pareciera haberse hecho de día.

Final de Aventuras: La joven se llena de fuerzas y toma unas velas del cuarto de sus padres. Parte hacia el corral a toda velocidad y despierta al gallo, cantando este como si anunciara el comienzo de un nuevo día e incumpliendo así el trato por parte del diablo, que aún no había finalizado el Gran Acueducto.

Si deseas recibir indicaciones para llegar al Acueducto de Segovia haz clic aquí.

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