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Palacio Real de Madrid

  • JM Liceaga
  • 13 feb 2017
  • 6 Min. de lectura

El Palacio Real de Madrid también conocido como Palacio de Oriente, se asienta sobre el solar del antiguo Alcázar de Madrid, fortaleza medieval convertido en suntuoso palacio por Juan II, Carlos V y Felipe II

Aunque se trata de la residencia oficial de los Reyes de España, estos no habitan en él, sino en el Palacio de la Zarzuela, y solo es utilizado en ceremonias de Estado y en actos solemnes.

Con una extensión de 135000 metros cuadrados, en la actualidad es el Palacio mas grande de Europa Occidental y uno de los más grandes del mundo.

Hoy Monumento Nacional, guarda en su interior un patrimonio histórico, que a los más afortunados que consiguen ver una sola parte de ello, no deja indiferentes como son por ejemplo, los Stradivarius Palatinos, y colecciones muy relevantes de otro tipo como son la Pintura, escultura y tapicería.

Un poquito de historia para conocerlo mejor.

La fortaleza primitiva fue construida en el siglo IX por el emir cordobés Muhamad ben Add al-Raaman en la ciudadela islámica de Mayrit, pero a partir de 1085 se convirtió en residencia de los Trastámara (en él nació en 1462 Juana la Beltraneja, hija de Enrique IV y rival de Isabel la Católica por el trono de Castilla).

Carlos I emprendió su primera ampliación en 1537, duplicando la superficie del palacio. De esa primera reforma, de claro estilo renacentista, se encargaron los arquitectos Luis de la Vega y Alonso Covarrubias, que construyeron nuevas salas distribuidas en trono al Patio de la Reina, así como la llamada Torre de Carlos I, en la fachada que da actualmente a los Jardines de Sabatini.

Felipe II fue quien convirtió definitivamente el edificio en residencia palaciega, estableciendo en 1561 la capitalidad en Madrid de forma permanente. Encargó al arquitecto Juan Bautista de Toledo que levantara la Torre Dorada, construcción que presidía la esquina suroccidental del Alcázar y estaba cubierta por un chapitel de pizarra parecido a los que rematan las torres esquinadas del Monasterio del Escorial, que se construía a la vez en la Sierra de Guadarrama.

No obstante, resultaba muy evidente que esta torre no armonizaba en absoluto con los dos grandes torreones que correspondían al castillo musulmán, de manera que Felipe II encargó al arquitecto Francisco de Mora que remodelara esta fachada sur, obra realizara finalmente por su sobrino, Juan Gómez de Mora, que siguió las corrientes barrocas de la época.

Estas obras duraron hasta el reinado de Felipe IV, que fue quien acabó el exterior del edificio con su aspecto más armónico.

Durante el reinado de Carlos II, el último Austria, sólo se llevaron a cabo algunos retoques.

Cuando llegó al trono Felipe V de Borbón en 1700 consideró que el antiguo alcázar era demasiado austero y estaba anticuado por lo que acometió nuevas reformas. La reina María Luisa Gabriela de Saboya por su parte y la Princesa de los Ursinos redecoraron las estancias al gusto francés. El incendio parcial del Alcázar en la Nochebuena de 1734 fue una buena excusa para demolerlo casi por completo (exceptuando parte de los cimientos y algunas estructuras) y construir un nuevo palacio más acorde al gusto de la época y la nueva dinastía.

La construcción del nuevo palacio se inició en 1738. Para evitar futuros incendios el nuevo palacio sería enteramente de fábrica, con cubiertas abovedadas, limitando el uso de madera únicamente a carpinterías y estructuras de cubierta.

Solemne cambio de guardia en el palacio.

Tras las verjas de la plaza de la Armería del Palacio Real todo el mundo quiere conseguir el mejor sitio. Las gradas habilitadas dentro del recinto están ocupadas desde hace ya tiempo –hay que estar espabilado y llegar pronto– y en las escaleras de la catedral de la Almudena ya no cabe nadie. Están a punto de dar las doce y ya se escucha, a lo lejos, el trote de los caballos. El día es luminoso y los rayos de sol rebotan sobre la coraza plateada de los soldados. Comienza el Cambio de Guardia.

La Unidad de Música es la encargada de iniciar el Relevo Solemne de la Guardia Real que tiene lugar todos los primeros miércoles de cada mes al mediodía (excepto enero, agosto y septiembre y aquellos días en los que se celebra algún acto oficial o las condiciones meteorológicas lo impidan). Suenan acordes de El Almirante, Doña Francisquita y España Cañí. Los pífanos y tambores acompañan su paso, mientras, a pie firme, con el arma sobre el hombro, la guardia entrante espera a la saliente.

Y así desfilan lanceros y alabarderos, compañías de fusiles, militares –hombres y mujeres– a cargo de piezas de artillería y carrillos de munición durante casi una hora. En total, 400 personas y 100 caballos que escenifican el relevo tal y como se hacía en tiempos de los reyes Alfonso XII y Alfonso XIII, con los uniformes de entonces.

Tras las verjas de la plaza de la Armería del Palacio Real todo el mundo quiere conseguir el mejor sitio. Las gradas habilitadas dentro del recinto están ocupadas desde hace ya tiempo –hay que estar espabilado y llegar pronto– y en las escaleras de la catedral de la Almudena ya no cabe nadie. Están a punto de dar las doce y ya se escucha, a lo lejos, el trote de los caballos. El día es luminoso y los rayos de sol rebotan sobre la coraza plateada de los soldados. Comienza el Cambio de Guardia.

La Unidad de Música es la encargada de iniciar el Relevo Solemne de la Guardia Real que tiene lugar todos los primeros miércoles de cada mes al mediodía (excepto enero, agosto y septiembre y aquellos días en los que se celebra algún acto oficial o las condiciones meteorológicas lo impidan). Suenan acordes de El Almirante, Doña Francisquita y España Cañí. Los pífanos y tambores acompañan su paso, mientras, a pie firme, con el arma sobre el hombro, la guardia entrante espera a la saliente.

Y así desfilan lanceros y alabarderos, compañías de fusiles, militares –hombres y mujeres– a cargo de piezas de artillería y carrillos de munición durante casi una hora. En total, 400 personas y 100 caballos que escenifican el relevo tal y como se hacía en tiempos de los reyes Alfonso XII y Alfonso XIII, con los uniformes de entonces.

Todo un espectáculo, que encuentra su complemento perfecto los demás miércoles y sábados del año a las 11:00 horas (exceptuando los del mes de julio y agosto que será desde las 10:00 hasta las 12:00 horas), siempre y cuando los actos oficiales o la climatología lo permitan) en la puerta del Príncipe. Los centinelas de palacio (dos a pies y dos a caballo) vestidos con uniformes de gala –azul, blanco y rojo– similares a los que el ejército español utilizaba en tiempos de Alfonso XIII, realizan un relevo cada 30 minutos –hasta las 14:00 horas–, acompañados por un pífano (flautín de tono muy agudo usado en las bandas militares) y un tambor que interpretan marchas militares, siguiendo las órdenes y voces reglamentarias.

Leyendas del palacio

Los terrenos situados entre la cuesta de San Vicente y San Francisco El Grande, eran identificados como hábitat de brujas, duendes y fantasmas, los cuales empezaron a manifestarse durante el reinado de Alfonso VI y la construcción del antiguo Alcázar, en 1537. Muchos aseguran que los trabajos perturbaron el descanso de estas entidades y en represalia se dedicaron a molestar a los trabajadores, causando la muerte de muchos obreros.

Siglos después, en 1698, fue realizado en el Alcázar un exorcismo, al monarca Carlos II, quien por los eventos desarrollados a su alrededor era mejor conocido como “El Hechizado“, sobre él se decía que estaba embrujado desde los catorce años, a causa de haber comido un chocolate en el que se diluyeron los sesos de un muerto. La causante de tal mal, fue su propia madre, ayudada por un duende que ya era reconocido por asustar dentro del edificio.

Más tarde durante la nochebuena de 1734 en el reinado de Felipe V, mientras el monarca pasaba las fiestas en el Palacio del Buen Retiro, el Alcázar fue arrasado por un violento el incendio, que duró 4 días. Entonces, el soberano encargó en 1735 erigir el palacio “más grandioso del mundo”, sobre sus cenizas. Por temor a nuevos incendios, la entera construcción fue realizada en piedra, durante esta etapa los obreros hablaban de fantasmas y demonios que trepaban por los muros. Así que el gobernante, decidió realizar un exorcismo para librarse de los accidentes laborales achacados a los espíritus malévolos que empujaban al vacío a los trabajadores.

Al concluir la obra, para evitar que el arquitecto construyera otro palacio como ese, Felipe V ordenó que le sacaran los ojos, le cortaran los brazos y la lengua, y que se colocara en el palacio una escultura de su rostro. Hoy en día se dice que esa estatua de su cabeza es la causante de ruidos, y voces nocturnas, que se acompañan a veces de una presencia fantasmal que mueve de lugar los muebles y azota las puertas.

Si quieres recibir las indicaciones para llegar al Palacio Real de Madrid, haz clic en el mapa.

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